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Pero... ¿Quién es el locutor?
El locutor es quien hace la locución, es decir quien dice textos fijos de una manera convincente, es aquella persona que conoce los “secretos” de su profesión. En principio, salvo un mudo, cualquiera puede ser locutor. No obstante, es evidente que existen trabas para el desarrollo de este trabajo, aunque todas pueden corregirse o paliarse. El aspirante ideal para ser locutor, es quien parte de una neutralidad absoluta, ya que en este trabajo, contrariamente a lo que sucede en casi todas las demás facetas de la vida, construir es más fácil que destruir. Decir “neutralidad” significa, en primer lugar, no tener trabas de carácter físico o psicológico que impidan el aprendizaje eficaz de la técnica y el desarrollo de los valores expresivos. Un tartamudo, por ejemplo, está fuera de las condiciones de neutralidad; alguien que arrastre la “r” o la “d” necesita corregir sus defectos de dicción. Esta tarea correctora es propia de los logopedas, foniatras y otros especialistas.
Otras de las trabas con las que puede encontrarse un aspirante a locutor es la deficiencia de dicción debido a dialectismos o a la influencia de una lengua materna. Un andaluz o un catalán tendrán que reeducar su acento para conseguir la pronunciación estándar castellana.
En fin, el último, aunque no el menos importante de los impedimentos, son los vicios de dicción o pronunciación producidos no por causas fisio-psicológicas o dialectales, sino por relajación o amaneramiento. Incluimos aquí los que llamamos “tonos de radio” la ñoñería, los poetismos” o las pronunciaciones afectadas por influencia de grupo.
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